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LA TRAMPA DE LOS BIOPOLÍMEROS

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Los biopolímeros son aceites compuestos de silicona, utilizados para rellenar o aumentar ciertas partes del cuerpo. La comercialización y aplicación de este tipo de sustancias es ilegal en la mayoría de los países incluyendo Ecuador,  a pesar de ello, es expendida y administrada de forma clandestina, disfrazando u ocultando su nombre de origen por el de otros productos.

 

“La gente le llama biopolímero a todo lo que el paciente se inyecta en el cuerpo y no necesariamente es así, pues muchas veces, estas sustancias extrañas que se inyectan, generalmente es aceite de silicona industrial y no es un biopolímero”, puntualizó Hernán Pérez Montesinos, Cirujano Plástico y Reconstructivo.

 

“La persona que busca un cambio no lo hace necesariamente por vanidad sino porque busca confianza, elevar su autoestima y penosamente, lo hacen porque no tienen los medios para ir a una consulta de cirugía plástica”. Hernán Pérez Montesinos.

En busca del autoestima

Pérez Montesinos, revela que a su consultorio acuden por lo menos dos a tres personas al día en busca de una solución para su problema (en referencia a este tema), operando entre cuatro a cinco personas a la semana. Sin embargo, aclara que no todas las personas que se han inyectado estas sustancias lo han hecho movidas por la vanidad sino por ganar autoestima.

 

“La persona que busca un cambio no lo hace necesariamente por vanidad sino porque busca confianza, elevar su autoestima; y penosamente, lo hacen porque no tienen los medios para ir a una consulta de cirugía plástica.

 

En el caso de la comunidad GLBTI, por ejemplo los transexuales, ellos lo hacen porque sienten que su psiquis no va con su cuerpo y quieren transformar su cuerpo, feminizarlo, normalmente no tienen los medios para operarse o no encuentran un especialista que los quiera atender y no tienen más remedio que inyectarse de otra trans y ahí viene el problema de alogenosis latrogénica   ”.

 

Una vez aplicado el aceite de silicón en el organismo, el producto comienza a generar una reacción a cuerpo extraño, que desencadena en una respuesta inflamatoria crónica. Entre los síntomas constan: aparición de nódulos, endurecimiento de extensas áreas, enrojecimiento de la zona, calor y ardor local y migraciones por contigüidad hacia muslos o región lumbar. En casos muy avanzados, puede llegar a producir, necrosis de la piel y el tejido graso; mientras que en situaciones graves, puede ocasionar el fallecimiento de la persona durante la colocación del producto, ya que este puede ser inyectado en un vaso sanguíneo y por esta vía viajar al pulmón y producir embolia pulmonar a cuerpo extraño.

 

Según los casos atendidos por el especialista, los síntomas aparecen dependiendo del paciente, ya que estos pueden surgir al primer año como después de cinco o seis años.

 

“De 4 a 6 años es el tiempo clave. La paciente comienza a verse enrojecido, todavía no le duele, después de un tiempo lo ve más enrojecido y oscuro, luego siente un adormecimiento de los glúteos y luego siente ardor ‘quemazón’… A partir del primer año pudo o no haber migrado dependiendo de la profundidad, cantidad y calidad de producto que se inyectó”, describió.

 

Agregó que quienes se inyectan esta sustancia en los senos llegan a percibir los síntomas al año e incluso en menos tiempo. Según el cirujano, “cuando el paciente está cumpliendo entre 9 y 10 años de tener biopolímeros, usted ve la piel como si fuera una madera, totalmente endurecida, muy oscura, cambio de coloración total, fibrótica total, granuloma en toda la zona. Hay ciertas pacientes que en las extremidades inferiores ya no sienten y después de la operación recuperan la sensibilidad”.

 

“… los transexuales lo hacen porque sienten que su psiquis no va con su cuerpo y quieren transformar su cuerpo”, indicó el galeno.

 

No existe cirugía milagrosa

Con la aparición de los síntomas, la calidad de vida de quienes llevan consigo este compuesto disminuye considerablemente, y la preocupación por tratar de eliminar esta sustancia del cuerpo es una constante. Lamentablemente no existe una cirugía que logre retirar todo el producto y ni la técnica abierta ni la técnica con láser tienen una respuesta definitiva, puesto que siempre queda material en la zonas contaminadas; incluso se necesitará de varios procedimientos para lograr extirpar la mayor cantidad de este compuesto.

 

 

“Cuando estás con el bichito de quererte poner, tú no estás viendo nada, sólo te lo quieres hacer y punto, sólo para verte bien y no estás viendo qué te pueda pasar algo”, dijo Verónica Saltos.

La silicona líquida le pasó factura

Verónica Saltos, es una hermosa modelo de 30 años y hace cinco se inyectó supuestamente biopolímero en las caderas, porque en aquel tiempo no tenía recursos para ponerse una prótesis o para pagarse una cirugía. La primera vez, el proceso le costó $200 y se realizó en el departamento de una amiga que también se iba a inyectar. Al cabo de un tiempo y a pesar de no sentir molestia, decidió sacarse esta sustancia por miedo a los efectos nocivos que podrían derivarse de aquella aplicación.

 

“Yo estaba asustada por todo lo que había escuchado y leído, así que acudí a un cirujano para que me saque el biopolímero, y en su lugar me ponga mi grasa o un implante, pero él me dijo que no me podía poner, porque si ya me había puesto biopolímero y luego me ponía grasa en los glúteos, éstos se me podían hacer negros, y que debía volver a aplicarme el biopolímero… no tuve otra opción, así que tuve que repetir la dosis y hace cuatro meses me volví a inyectar esta sustancia en la casa de un travesti”, contó con tristeza.

 

Como si lo contado fuera poco, le preguntamos a Verónica cuál es la forma o el método que se emplea para administrar el aceite de silicón y el proceso de recuperación después de la aplicación. La respuesta nos dejó helados.

 

Ellos miden con los vasitos de muestra de orina, y tú decides la cantidad de vasos que te quieras poner. De ahí cogen un catéter N°186 que te lo mandan en medio del glúteo y cogen las descartables gruesas, las llenan de silicón y te lo enganchan con el catéter y eso te lo van metiendo a medida que se va moldeando el glúteo, y ya cuando terminan de ponerte en un glúteo, lo que hacen es sellártelo con esmalte para que no se te salga; todo esto lo hacen sin anestesia y el dolor es parecido a cuando se te recoge un músculo. Luego de esto, tienes que ponerte un hilo para que te forme los glúteos, además cortar medias de nylon –chiquitas-, para que eso te levante y no se te caiga el aceite y te vaya dando la forma, esto hay que hacerlo por dos semanas, para que el líquido no se te baje ni se te suba y tienes que dormir boca abajo y no sentarte porque se te deforma”.

 

Por vanidad y a pesar de las múltiples advertencias y súplicas de amigas, Verónica confiesa que no midió los efectos de administrarse este componente y que ahora está pagando las consecuencias.

 

“Estaba consciente de lo que estaba inyectándome, pero cuando estás con el bichito de quererte poner, tú no estás viendo nada, sólo te lo quieres hacer y punto, sólo para verte bien y no estás viendo qué te pueda pasar algo… ¡Si pudiera retroceder el tiempo, jamás me inyectaría esto!”

 

“A mí me engañaron”

“Por dentro una se está pudriendo”, expresó Lucy León.

La historia de Lucy León comenzó hace cinco años y aunque similar, se diferencia en algo de la anterior, a ella la engañaron y le dijeron que la sustancia a aplicarle era legal y compatible al cuerpo humano.

 

“A mí me dijeron que era un biogel, que era de Colombia, que lo ponían los cirujanos. Mis amigas me convencieron de inyectarme esto y al ver que a ellas se les veía bonito, accedí a ponerme. Quien me puso es un travestí que trabajaba con un cirujano, ni siquiera recuerdo el nombre de quien me lo puso, sólo recuerdo que me cobró $300 y que nos lo puso junto a tres amigas más en la casa de una de nosotras. Me pusieron cuatro vasitos en cada glúteo y yo sentía que me moría, me dolía horrible. ¡Yo creo que si me inyectaba más me moría!

 

Después de cinco meses de haberme inyectado esto me puse mal, se me hinchaban las piernas y mi mamá me llevó a algunos cirujanos, nadie me quería tocar y ahí me dijeron que eran unas siliconas lo que me habían puesto y me asusté. Desesperada hace dos años, acudí donde un cirujano (D. A.) y éste me hizo un corte grande como unas alas desde las caderas hasta el pliegue del glúteo y me sacó una parte del biopolímero.

 

Hace tres meses me operé con el Dr. Hernán Pérez Montesinos quien me sacó gran cantidad de biopolímero, ahora debo esperar más o menos seis meses para volver a operarme y que me saque el resto… Si yo hubiera sabido que estos biopolímeros son malos y que te pueden llevar hasta la muerte, jamás me hubiese puesto esto, porque por dentro una se está pudriendo”.

 

Infografía tomada de diario Extra. “Me puse ocho litros de silicón”, expresó Niurka Valverde.

El regalo mortal

Niurka Valverde, tiene 30 años, pertenece a la comunidad GLBTI (Transexual), y jamás pensó que el regalo que recibiría cuando cumplió la mayoría de edad sería el inicio de su sentencia de muerte. A pesar de las complicaciones por las que pasó en cada aplicación de este elemento mortífero, nunca dejó de acariciar la idea, que pronto se vería como una mujer y nunca más tendría que rellenarse con esponja para moldear su cuerpo.

 

“Cuando cumplí 18 años opté por ponerme biopolímeros, de este tiempo tengo 12 años con biopolímeros en el cuerpo. Esta decisión la tomé porque yo nací con cuerpo de hombre y yo quería verme femenina como una mujer; entonces cuando salí del colegio comencé a trabajar en la peluquería de una amiga por todo el mes de diciembre y ella me compró dos galones (8 litros) de biopolímero, los cuales me los inyecté de la cintura para abajo y ese fue mi regalo de cumpleaños que me lo puse un día antes de cumplir 18.

 

Me puse un litro en cada glúteo y un litro en cada pierna (en total se puso cuatro litros equivalentes a un galón) y me acosté feliz porque por fin iba a tener el cuerpo de mujer que quería. Cuando me pincharon las cuatro veces en las piernas, en una de ellas me cogieron la arteria, salió mucha sangre y tuve que levantarme y caminar por varios minutos, luego midieron cuatro dedos más debajo de la pierna y me volvieron a pinchar hasta culminar el proceso. En esa ocasión, el biopolímero se me vino hasta los dedos de los pies y se me hizo como si tuviera elefantiasis, entonces ella me metió el pie en agua hirviendo y comenzó a masajear para arriba para que el líquido se desprenda y suba, luego me fajó y el pie me quedó morado, sólo los tobillos quedaron hinchados, pero en la pierna derecha nunca me bajó la hinchazón, y yo misma me mandé la aguja… Me pudo más mi vanidad porque yo usaba relleno, esponjas, y otras cosas para moldear mi cuerpo.

 

Después de dos meses me inyecté otros cuatro litros y ahí si vi la muerte. Me volví a poner en las caderas y glúteos, porque sentía que no era suficiente lo que me había puesto anteriormente. Lo que me puse en los glúteos se me subió hasta arriba de las caderas, comencé a ahogarme, los dedos se me pusieron morados, se entumecieron, no los sentía no los podía mover, me desmallé, tuve que ir al hospital y allá me pusieron un suero para disolver los 3 centímetros del líquido que había ingresado al torrente sanguíneo… y como la sesión quedó incompleta porque me desmayé, busqué a otra persona para que me ponga el resto del componente que tenía guardado para nivelarme los glúteos y las caderas, también me puse en brazos y manos (un vaso de muestra de orina en cada extremidad superior).

 

Su búsqueda por el cuerpo perfecto no terminó ahí, ahora quería que las facciones de su rostro también se vieran femeninas. A los 22 años, acudió donde un reconocido cirujano para que le inyecte colágeno en los pómulos y párpados, sin embargo éste le aplicó la supuesta proteína en pómulos, mentón, labios, frente y párpados. El médico le aseguró que el aparente colágeno se le reabsorbería a los 6 meses, sin embargo, esto nunca sucedió. Pasaron cinco o seis años y en conversación con una amiga se enteró que le habían puesto silicón en el rostro.

 

Hace tres meses, Niurka decidió quitarse el silicón y buscó al mismo médico que atendió a Lucy y Verónica, quien le removió la sustancia que tenía en el rostro, lo siguiente será el cuerpo.

 

“No soy feliz, porque tengo miedo de ponerme mal y de morirme, ya no me importa si mi cuerpo no se ve tan voluptuoso, sólo quiero estar mejor”.

 

¡No a los Biopolímeros!

Desde hace algunos meses, el cirujano plástico y reconstructivo, Hernán Pérez Montesinos, dirige la campaña ¡NO A LOS BIOPOLÍMEROS!, la cual busca concienciar a la ciudadanía con ayuda de quienes han sido víctima de estas sustancias, a que no se inyecten este tipo de compuestos.

 

El especialista además realiza labor social con pacientes que no cuentan con los recursos para costearse una cirugía de este nivel. También, de forma particular, ayuda a mejorar la calidad de vida de personas que cuentan con otros males, que pueden ser corregidos por medio de la cirugía estética y reconstructiva.

 

“Por medio de la campaña ¡No a los biopolímeros!, ayudamos a las personas en distintas casos de cirugía plástica y reconstructiva en general, pero ahora estamos haciendo esta campaña de concientización. Yo la hago de manera muy particular con pacientes que están muy graves y que son muy pobres, de escasos recursos, atendiendo a uno o dos pacientes al mes… esto es un trabajo que no sale en la prensa ni en la televisión porque nuestro espíritu es de ayuda a los más pobres”, expresó el doctor.

(I)