La capital juega un papel importante en las exportaciones no petroleras.
No en vano, en los últimos tres años, en promedio, el 20% de todos los envíos que el país hizo hacia el exterior fue de empresas quiteñas, según datos de la Federación Ecuatoriana de Exportadores (Fedexpor).
De los USD 12 804 millones que se generaron durante el año pasado por exportaciones no petroleras a escala nacional, la capital aportó con USD 2 964 millones.
En el cantón hay 188 635 empresas, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Fedexpor anota que existen 1 200 compañías quiteñas exportadoras, las cuales generan plazas de empleo para unas 200 000 personas.
Flores, aceites y extractos vegetales, tableros de madera, conservas de frutas y vegetales, y plásticos y sus manufacturas son los cinco productos estrellas del comercio exterior.
Los mercados internacionales que más captan la oferta exportable quiteña son Estados Unidos, la Unión Europea, Colombia, Perú y Rusia.
Exportadores consultados comentan que la mercadería se destaca en el exterior por su variedad y valor agregado, que la diferencia de la competencia.
Sin embargo, existen barreras comerciales por superar para mejorar la competitividad de las empresas.
Para Pablo Viteri, gerente de la floricultora Pacific Bouquet, ubicada en la parroquia de Yaruquí, el principal aporte de las empresas del sector para el desarrollo económico del Distrito Metropolitano es crear empleo en las zonas rurales.
Con 15 años en el mercado, Pacific Bouquet cuenta con 40 trabajadores y tiene una producción semanal de entre 70 000 y 80 000 tallos. El 70% de la mercadería se exporta a Estados Unidos.
Si bien las flores nacionales son altamente apetecidas en el mercado estadounidense, Viteri expone que debido a la falta de un acuerdo comercial con EE.UU., como lo tiene Colombia, los importadores de ese país pagan un arancel de entre el 6% y el 7% por el producto ecuatoriano, lo cual resta competitividad. Quito también exporta grifería, sanitarios y bañeras.
Edesa, localizada en Chillogallo, es una firma tradicional de la ciudad desde 1974. La compañía fabrica alrededor de 2,2 millones de piezas al año y cerca del 48% va al extranjero. Los principales mercados son Chile, Colombia y Centroamérica. Para la empresa, que emplea a 960 personas y forma parte del holding chileno Cerámicas Industriales Cisa Operaciones, es un orgullo que manos ecuatorianas fabriquen bienes de alta calidad.
Su principal estrategia es el desarrollo e innovación de productos enfocados en el ahorro de agua, con una amplia gama de diseños. La industria textil es otro actor importante.
Charles Dávila, gerente de Hilacril -firma que lleva 45 años en operaciones- cuenta que de las 25 000 prendas de vestir que se elaboran al mes, 10 000 se venden en Estados Unidos, Colombia, México y Bolivia.
La fábrica se asienta en el valle de Cumbayá y da trabajo a 180 personas. De ellos, el 80% son mujeres. “La idea es que nuestros colaboradores estén orgullosos, así sale adelante cualquier empresa”, comenta.
El valor agregado de la marca, describe el empresario, está en la innovación de colores, en la diversificación de modelos y en la calidad en confección y acabados. Al igual que Viteri, Dávila lamenta que Ecuador no tenga un convenio específico con EE.UU. y, por esa razón, algunos productos textiles ecuatorianos están gravados con aranceles de hasta el 35% para ingresar a ese mercado.
Además de eliminar barreras arancelarias y tributarias (como el impuesto a la salida de divisas y el anticipo del impuesto a la renta), la industria local y nacional requiere de una nueva legislación laboral, que se adapte a las necesidades del sector productivo y a las tendencias mundiales.
Así lo cree Luis Luna Osorio, experto en comercio exterior. Para expandir las exportaciones quiteñas y sumar nuevos actores, es preciso apostar por los nuevos emprendimientos que nacen en las universidades o que surgen en incubadoras de empresas, añadió David López, director técnico de la Cámara de Comercio de Quito (CCQ).
Ese apoyo debe verse reflejado en procesos para acelerar el crecimiento de las firmas, en mayor inyección de recursos de los empresarios para llegar a más mercados y mejorar sus componentes de producción. “Hay que generar una cultura exportadora”, reflexionó.
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