Para Richard Carapaz no hubo mejor premio que el abrazo con su madre Ana. Después de tanta lucha desde su infancia, el ciclista carchense al fin consiguió lo que una vez le prometió: ganar el Giro de Italia.
Por eso, tras recuperar un poco el aliento en la tarima armada en la Arena de Verona, donde fue aplaudido por miles de personas y frente a las cámaras que proyectaron su imagen ante millones, él fue a la zona privada para abrazarla. En esos segundos que estuvieron fusionados, ambos lloraron como sacándose la bronca por lo que habían pasado cuando el apoyo era nulo y solo una bicicleta sin goma en las llantas servía para abrirse camino.
Carapaz no pudo con el sentimiento, incluso pidió un poco de tiempo para sacarse el casco de competencia, secarse las lágrimas y volver a abrazarla para seguir llorando. Ambos, tan lejos de su querida Carchi y por primera vez juntos en Europa, disfrutando de un éxito.
Y como testigo privilegiado de ese momento, su padre, Antonio, la otra parte de ese tridente que nunca se rindió y que impulsó a quien desde ayer se convirtió en leyenda del deporte ecuatoriano.
La victoria en el Giro, una de las tres grandes vueltas del mundo, es un golpe que Carapaz dio sobre la mesa. Ese que buscó desde la temporada anterior, cuando empezó a mostrar a todos que era una verdadera amenaza. Ese golpe que sirvió para borrar todos los malos momentos que vivió en el deporte y hasta los problemas que tuvo por ser amiguero, cuando él reclamó que le dieron la espalda.
Y por eso quiso celebrarlo en la intimidad. Con los suyos. No solo con sus padres, sino también con su esposa Tania y sus hijos Sofía y Santiago.
Con los pequeños, incluso, salió al podio a recibir todos los trofeos y cantar el Himno Nacional, que retumbó en el anfiteatro, convirtiéndose en uno de los momentos más emotivos de la jornada. A los niños les dedicó la victoria. Después de todo, ellos han pagado la factura de su ausencia por entrenamientos o pruebas en el exterior.
La alegría de Carapaz, aquella que le cuesta demostrar ante las cámaras, esa que ni sus compañeros al levantarlo en brazos y lanzándolo al aire como una felicitación pudieron sacarle plenamente; algo que sí logró el pasillo rosa cuando lo recorrió con el trofeo en la mano.
Y es que lo levantó hacia el cielo como ofrenda a los aficionados tricolores, que soportaron ayer el fuerte sol durante cinco horas y que estuvieron apostados en los graderíos de la Arena de Verona con pancartas y vistiendo de amarillo.
Al principio de la premiación Richie también tenía una bandera del Ecuador que le lanzaron desde las butacas, pero se le cayó. Ya después la tomó, la acomodó en el piso y posó con ella para las fotografías que ahora recorren el mundo.
Richard vivió el momento más feliz de su carrera y lo disfrutó al máximo. Pero también se dio tiempo para lanzar ‘dardos’ como llamado de atención. “Hace 21 días no creían en mí y ahora ver un país volcado hacia mí es algo especial. Pero esto es algo que te da el deporte, que a veces estás arriba y a veces abajo. Así como ahora estoy arriba y me aclaman, pido que cuando esté abajo me sepan apoyar”, dijo.
Carapaz hoy está en el Olimpo. Lo disfruta y espera sacarle provecho. Para ello, él mismo se ha puesto como obligación seguir en la cima. Y lo hará. Le mostró al mundo que está hecho para cosas grandes. (I)
Fuente: https://www.expreso.ec/deportes/ciclismo-girodeitalia-richardcarapaz-deportes-carchi-HH2876458