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El mestizaje cultural de Enrique Tábara

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Ecuatoriano vinculado a Cataluña, está considerado uno de los máximos representantes de la pintura latinoamericana. Se instaló en Barcelona a mediados de los años 50 gracias a una beca de su gobierno y entró a formar parte del movimiento Informalista catalán en el que participó activamente entre 1958 y 1962. A pesar del regreso a su país nativo, nunca dejó estar conectado con Cataluña donde dejó familia y amigos. La exposición que presenta la Factoría Cultural de Terrassa muestra una cincuentena de obras correspondientes a la Colección Latinoamérica resultado del trabajo de los últimos años. Se programó para 2020 para conmemorar su 90 aniversario, pero la pandemia no lo permitió y ahora, sin su presencia, se convierte en un cálido homenaje a uno de los artistas con una de las trayectorias más singulares y personales de la escena contemporánea.

E. Tábara. Ritual de horizontales, 2016. Fundación Enrique Tábara.

Homenaje a Enrique Tábara. Colección Latinoamérica
Comisario: Joan Gil Gregorio
Factoría Cultural de Terrassa
Rambla de Egara 240. Terrassa
Hasta el 20 de marzo de 2022

Investigador inquieto, el nombre de Enrique Tábara (Guayaquil, Ecuador, 1930-2021) está ligado indiscutiblemente a lo sagrado y al ancestral, al mágico y al mítico y sus creaciones emergen del vínculo con las culturas que dieron origen a la nación ecuatoriana. La indagación sobre el arte precolombino se convirtió en un referente en su desarrollo artístico y esta impronta marcó una obra muy peculiar, de significación simbólica. Las raíces telúricas fueron la base de una pintura cromáticamente intensa, de signos repetitivos en ordenación geométrica, inspirados en decoraciones prehispánicas. Este repertorio iconográfico conectado con las artes mayas e incas, sin embargo, lo sintonizó con movimientos plásticos internacionales del siglo XX: desde un inicio expresionista de carácter social, pasando por una intencionalidad mágica y surrealista, siguiendo hacia una abstracción informalista hasta llegar a un marcado constructivismo.

En 1946 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de Guayaquil donde recibe una formación influida por las culturas americanas atávicas e inicia una revolución formal y temática. Se instala en Barcelona (1955) becado por su gobierno, ciudad donde establecerá amistad con los artistas Miró, Josep M. de Sucre, Tàpies, Cuixart, Tharrats, Villèlia y Will Faber y el poeta Joan Brossa. Asimismo, los críticos Moreno Galván, JE Cirlot, C. Areán, A. Cirici, J. Teixidor y Santos Torroella emitirán juicio sobre su obra y el galerista René Metras le expondrá en varias ocasiones. Cautivado por el arte moderno, entró a formar parte del movimiento Informalista catalán con el que se implicó como miembro activo. Su estancia en Cataluña (1955-1964) y el contacto con los creadores catalanes ejerce un cambio e influencia en su obra.

En esta etapa, el artista abandona la figuración precedente, en la que los elementos de connotaciones totémicas y vivos cromatismos son protagonistas, para dar paso a superficies matéricas de gruesos empastes y de calidades fulgentes. Admirador de la obra de Tàpies, combina las nuevas técnicas con las aprendidas en su período anterior. Realiza obras de gran interés textural, utilizando la materia como elemento esencial y experimenta con arenas, suelos y otros materiales. Este cambio no le impide que, a nivel conceptual y formal, buscara una síntesis con su primera formación, influida por la estructuración de Torres García y por las caligrafías precolombinas. Evoluciona hacia un lenguaje más geométrico que recuerda a los elementos americanos aborígenes de su procedencia. Son obras de gran contundencia y rotundidad que buscan su propia reafirmación.

Participó en la III Bienal Hispanoamericana de Arte (1955) que se celebró en Barcelona donde conoce la obra de los artistas europeos más relevantes. De este período cabe destacar las exposiciones que muestra en Cataluña y en el ámbito nacional e internacional: Museo Municipal de Mataró (1956), Galerías Layetanas de Barcelona (1957), Ateneu Barcelonès (1958), Sala Gaspar –muestra promovida por el Club 49 -, Sala Neblí de Madrid, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (1961) y las exposiciones que la Galería Kasper de Suiza le organizó en diversas ciudades europeas. Es invitado por André Breton a participar, conjuntamente con Dalí, Miró y Granell, en la exposición internacional de Surrealismo (París, 1961). Después del periplo europeo, en 1964 volvió a su país continuando con la temática precolombina, donde en 1965 expuso en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Enrique Tábara se convierte en un referente para los movimientos de vanguardia latinoamericanos, y en especial para los ecuatorianos, creando en 1968 el grupo VAN (siglas de Vanguardia Artística Nacional) conjuntamente con Guillermo Muriel y Hugo Cifuentes, entre otros; un colectivo nacido para romper con la rigidez indigenista y la institucionalización de que la estética del realismo social se había impuesto aquellos años en Ecuador, siguiendo la estrella de Oswaldo Guayasamín. 

Desde los años 70 a los 80 transita por un vocabulario de eco pop mientras avanza hacia la Serie Pata Pata,en la que experimenta con motivos iconográficos de piernas y pies, a los que posteriormente incorpora paisajes e insectos, sin apartarse de la ancestralidad. Esta suite tomó un especial relieve y el primero de estos trabajos lo realizó en Nueva York en 1967. “Venia cansado de la etapa precolombina y de la abstracción. Quería entrar en una figuración. Hice el dibujo de una mujer, pero lo rompí enseguida. Aquello ya se había hecho”, explica el artista. “Entonces tiré los pedazos del dibujo, pero se quedaron las piernas. Me quedé asombrado, tomé estas piernas como referente”. Son obras estructuradas siguiendo los geometrismos de la América aborigen, en las que piernas y pies, sin alejarse del esquematismo, nos hablan del tiempo y del espacio; unas obras de eco minimalista y geométrico de resonancias míticas. Pies arraigados en la tierra o pies voladores; pies esclavos o pies liberados; pies desnudos o pies vestidos; pies quietos o pies que bailan plantean una simbiosis entre dos civilizaciones. Al igual que Tàpies se queda con partes del todo, con segmentos del cuerpo para meditar sobre el hombre y su relación con el cosmos.

Comisariada por el historiador y crítico de arte Joan Gil Gregorio, la exposición Homenaje a Enrique Tábara. Colección Latinoamérica que presenta la Factoría Cultural de Terrassa reúne una elección de la obra producida entre 2008 y 2019. La disposición de las coordenadas espacio-tiempo modulan unas obras en las que sobrevive la construcción de espacios y un cromatismo primitivista. Con reminiscencia a su estilo histórico, las sugerencias figurativas aparecen para materializar áreas arquitectónicas y ritmos secuenciales, edificados con restos y fragmentos que nos remiten a un alfabeto perdido.

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